Historia de San Pedro Soloma por Salvador Zacarías

Los antiguos cuentan  la historia de San Pedro Solóma, que antes era una laguna, la versión que  voy a contar a continuación es mi imaginación.

Tomó su bastón, su sombrero de palma, su machete y  se fue a caminar rumbo al  viejo cerro de Soloma, donde se puede observar el Valle Del Ensueño: lo que los antiguos  le pusieron de nombre Wachuna. Pasó por el barrio Cotzan, La libertad, el centro y al pasar por Ixtenam encontró a doña  Malin (Maria.) La señora lo vio muy extraño. Quería acelerar los pasos, pero no podía por su avanzada edad.

—¿B’aytal chach toj mamin? (¿A dónde va señor?)—Le preguntó doña Malin que iba al rumbo contrario.
—Ipan in  (Voy de prisa)—Dijo y continúo su camino. Parecía que tenía tanto deseo de llegar en la cima de la cumbre.
Al pasar cerca de una casa, fue a tocar la puerta para pedir un poco de agua. Al salir el dueño, le dijo que fuera por el río de La Rinconada. Fue hacia al río a llenar un jarrito que lo llevaba colgado en la cintura. Al ver su  reflejo en el río, confirmó que el tiempo ya había cambiado.
— Que ha pasado con aquellos tiempos cuando los abuelos eran muy respetados?—Se decía en silencio. Se sintió ofendido porque le habían negado agua. Llenó su  jarro y siguió su camino.
Caminaba lentamente y cuando se sentía cansado se detenía para tomar un trago de agua.  El calor del sol le hizo sudar. Miró hacia atrás, no había avanzado suficiente. Escuchó los pasos de un caballo blanco que lo rebasó. Jil ko b’a mamin.—Escuchó.

En la cumbre de Wachuna bajaban unos carros a mucha velocidad, solo se hacía a un lado del camino, pero  aun asi lo dejaban empolvado. Cuando creció la gente solo usaban caballos de transporte.  En su rostro se notaba cansancio y sus pasos eran cada vez más lentos.  Cuando ya estaba acercando  a la cima de Wachuna  le reflejaba una gran alegría en su rostro.
—Lanan xa wapni (ya estoy llegando)—Se decía así mismo.
—Mayal. (ya)—dijo cuando llegó en la cumbre. Se sienta sobre una piedra. Sostiene el su jarro con las dos manos y se toma el ultimo trago.  Se pone de pie para observar el panorama de Soloma.   Apuntaba con su bastón; el río, la escuela, la iglesia, la municipalidad. Extendió sus manos hacia el cielo dando gracias a Dios por la vida.  ¡Qué bello es Soloma!—dijo mientras seguía apuntando con su bastón.

El calor del sol y  el camino largo que recorrió le causó cansancio y dolor de cabeza. Buscó sombra bajo un árbol y  ahí encontró un charco, agarró un poco de agua con las dos manos para remojarse la cabeza.  Continuó  observando la belleza de Soloma y un caminó un poco mas, se a tropezó  en una piedra y se calló. Cuando abrió sus ojos ya estaba tirado en el suelo y su bastón  a unos dos pasos de distancia. Se levantó lo más rápido que pudo.   Regreso donde estaba el árbol y se acostó bajo la sombra para recuperar su energía. Se quedó  profundamente dormido y tuvo este  sueño.
El cielo estaba nublado, estaba lloviendo fuertemente, observaba una laguna  verdina. El lugar estaba solitario: no había casas, gente ni caminos.
—¿Qué ha pasado?— Se preguntaba el anciano desesperadamente al ver el pueblo cubierto de agua. En ese instante se acordó de los cuentos que contaban sus ancestros en reuniones familiares,  que ahí había existido una laguna.
Después de unas horas dejó de llover, con tanto esfuerzo logra subirse en un árbol para ver qué había pasado… Al querer sostenerse en una rama de un árbol, se resbala y se cae en el agua.  Gritaba fuertemente. ¡Auxilio, auxilio, auxilio! No había nadie quien le ayuda. Era en vano su grito. Se quedó flotando sobre el agua. Intentó salirse, pero no lo logró. El agua se fue saliendo en las orillas de los cerros que rodea el pueblo, solo así logra sobrevivir.
Se oscureció; en la oscuridad miraba que alguien caminaba hacia él. Solo escuchaba los pasos. Tembló de miedo cuando una luz brillante se iba acercando hacia él. Levanta la cabeza para verla. Se llenó de miedo y pega un grito.
—Man chaq hach xiwi (no tengas miedo). —Escuchó el eco de una voz en los cuatro puntos cardinales. Intenta ponerse de pie, pero no podía.
—¿Tz’et xi ek’toq yib’an konob’? (Que ha pasado con el pueblo?).—Se preguntaba. Lo único que venía en su imaginación es haber estado en la cima de la cumbre cuando empezó a llover.
—No sé de dónde vengo  y también como llegué en este lugar. —dijo entre sí.
Paso una hora, dos horas, tres horas… y amaneció. El suelo  ya estaba formado de lodo. Con tanto esfuerzo intenta ir hacia la cumbre.  Hizo su propio camino colocando unas piedras en dos líneas paralelas y dos  metros de distancia. En silencio se preguntaba. —¿De donde vengo y hacia donde voy? Me encuentro atrapado en un valle.
Se detuvo por un momento para analizar lo que estaba haciendo. Estaba construyendo un camino de una sola dirección, que iba hacia el cerro. Regresó donde lo inició y lo hizo como en forma de una cruz. Se paró en medio y apuntó hacia el este, oeste, norte y sur. En la dirección del este escucha una voz, —Solamente cuando llegas en la cima puedes ver tu propia realidad y descubrir tu identidad.

En medio de la nada se le aparece una persona extraña, que no lo había visto en su vida.
—B’ay tal chat toj mamin (¿Hacia dónde va señor?)
—¿Mak txel hach? (¿Quién eres?) —dijo, pues ahora ya se siente  relajado, su ropa ya se le había secado.
—¿B’ay tal petoj hach? (¿De dónde vienes?)—pregunto por primera vez.
—Hoq xa wal hayach juneloq xa (te lo dire después)—dijo este personaje misterioso.
—¿Hal wal ha b’i ayin xin? (¿dígame tan siquiera su nombre entonces?) —preguntó con la mirada puesta en los ojos de este extraño.
—Tz’uluma hin b’i. (Mi nombre es Tz’uluma). —Escuchó en una voz baja y se despierta bajo el árbol donde tomó descanso. Fue un sueño,  le pareció tan real que hasta estaba temblando de frío cuando se despertó. Cayó  la tarde y se regresó  al pueblo. Se sentía renovado y libre de dolor de cabeza.

II

El sueño que tuvo en la cumbre de Wachuna se le quedó grabado en la mente. Después de diez años, hizo una comparación con la actualidad de pueblo.  Todo ha cambiado.
El lugar donde se cayó cuando se fue saliendo en las orillas de los cerros,  por supuesto  no existe, es solamente un sueño. Se le quedó claro la imagen de Tz’uluma en su memoria. —¿Qué hare? –se decía en silencio mientras caminada en el patio de su casa.
—¿Quién me escucharía si empiezo hablar de mi sueño?— se preguntaba. Formaba en su imaginación  cómo sería una estatua de Tz’uluma en la cumbre de Wachuna.
En una mañana brillante, lleno de entusiasmo, se levanta de su cama y decide ir a dar una vuelta en el parque de Soloma. —Tayne’ ha b’a mamin. (Cuidese señor).— Le decían las personas que encontraba en su camino. Finalmente llega al parque busca un lugar donde sentarse. —¿Choche junoq ha lustre mamin? (¿Le gustaría un lustre de zapatos señor?—Le dijo un niño, que tenía los pantalones medio rotos  y las manos manchadas de tinta de zapatos,  que llevaba una cajita de lustre.
—K’amaq mam (no)—dijo, mientras buscaba una moneda un su bolsillo. . Permaneció sentado hasta que fue interrumpido por alguien más.
—¡Txaje hin mamin! (equivalente a un, buenas días o pedir una bendición)—Le dijo un joven en Q’anjob’al.
—Hinye xin man. (está bien)—dijo. El joven quita su sombrero y él anciano le pone la pone la mano derecha en la cabeza.  Hoy en día los jóvenes no suelen pedir bendición a los ancianos, esto lo hacían en tiempos antiguos. El joven parecía de alguna aldea lejana y de familia conservadora.
—¿Tz’et ha b’i  mam? (¿Y cuál es tu nombre?)—le pregunta el anciano al joven.
—Lewin.—Replicó el muchacho mientras agradecía  por la bendición.
—Quiero caminar en la cumbre de Wachuna, me podrías acompañar?—le pregunta al joven.
—¿Qué hay ahí, porque estas tan interesado en ir hasta allá? ¿Por qué no va a la rinconada ahí esta más fresco? –Le sugirió Lewin.  El joven lo estaba dirigiendo en el mismo lugar como lo hizo un vecino hace algunos años.
—Lewin, yo tengo una misión que cumplir, ando en busca de algo. Me gustaría que me acompañes, pero si no puedes me iré solo. —dijo con autoridad.
—Esta bien me iré contigo.—Dijo el joven. Se fueron  caminando como lo hizo  la primera vez. Ahora era diferente, iba acompañado de alguien a quien conoció en el parque. Cuando  llegaron en la cumbre de Wachuna, el joven miraba todo normal. Ya hace mucho tiempo que el anciano no visitaba la cumbre. Se acordó de la última vez que lo hizo, y fue en aquel tiempo que tuvo el sueño. Quería que su experiencia se repitiera, pero no fue así. Se quedó con la curiosidad de donde venía el nombre de Tzuluma. ¿Cuál era el origen? No había alguien que le diera una respuesta clara. Estuvo en busca del significado desde que tuvo su  sueño, pero no logró conseguirlo. Había necesidad de encontrarme otra vez con Tzuluma, el personaje de aquel sueño, para preguntarle. Tuvo que dejar al joven  por unos minutos mientras que fue a caminar entre los árboles. Cuando llegó en la cima del cerro,  escuchó un ruido muy fuerte y se le nubló la vista,  se cayó tirado al suelo. Apareció Tzuluma.  Ahora ya es un viejo con barbas largas y canoso. Apenas lo reconoció
—¿Quieres saber la verdad? —le dijo, Tzuluma.
—Si.—dijo templando de frío. Le tomaron  de las manos y le mostraron una laguna.
— Lo que estas viendo ahora  pasó hace 500 años. Yo venía a la cumbre de Wachuna igual que vos cuando empezó a llover, y se destruyó el pueblo: fui él único que se salvó. Me quedé atrapado entre el pantano, pero unas personas me salvaron.
—Tzulum— dijo alguien. Mi cuerpo estaba  hundido, solamente lograban ver mi cabeza.  En el idioma de ellos Tzulum quieres decir cabeza, pues eran lo único que me podían ver. Estaba atrapado en  un pantano. Luego escuche alguien mas mencionar “A”, Que quiere decir agua. Fueron esas primeras frases que aprendí de ellos Tzulum y A. Ya había perdido mi identidad, con esas dos palabras forme mi nombre. Tomé ese nombre y ahora me llaman Tzuluma. Ahora me tengo que ir. Ve de donde vienes porque ahora ya sabes el origen de mi nombre. Era lo que andabas buscando cuando te caíste en un sueño, pero en realidad fue una visión.  Ya sabes lo que me pasó.  —Estas fueron las últimas palabras que dijo Tzuluma y se desapareció y esta vez se desapareció para siempre. El anciano se vino  corriendo rápido para encontrarse con él joven que lo acompañó en la cumbre, pero ya no lo encontró.
—¿Quién ha sido  realmente ese joven?—Se preguntaba. Lewin es un nombre muy extraño. Lewin  ya no se encontraba, ya se había ido. Más tarde reflexionó  que nunca  lo había visto en el pueblo. Fue Tzuluma mismo que lo llevó hasta la cumbre de Wachuna para revelarle el origen de su nombre. En ese momento despertó a su realidad. Ahora entiende porque su pueblo le dicen san Pedro Solóma. Regresó a su casa ya muy cansado.  Ya a sus 80 años ya no lograba hacer lo que hacía cuando aun era joven.
—Me tengo que ir. Ya he cumplido con mi misión. Descubrí el origen de Tzuluma y también descubrí mi identidad.  ¡Nos vemos en la cumbre!—Fueron las últimas palabra que dijo el anciano.

III

La historia de Tzuluma suena muy interesante. El anciano me dejó pensativo acerca de la identidad. Él nunca reveló su nombre. Me queda de tarea descubrirlo. Los vecinos sabían muy poco de él. Todas las mañanas salía a caminar, pero se mantenía encerrado en su casa.  Su vida también fue un misterio. Siempre llevaba un jarrito colgado en la cintura y su machete bajo el brazo y su bastón en la mano.  Después de su muerte su casa se quedó abandonada.

El retorno de Tz’uluma  y el regreso de los hombres sabios. Tenía muchas preguntas y dudas y los busque en varias páginas de libros, pero no lograba encontrarlas.  —¿Será que el retorno de Tz’uluma,  es un reencuentro con la cultura?—me preguntaba  mientras seguía hojeando páginas…
La narración que sigue a continuación es la de un Solomero que vive en el extranjero, parte real y parte ficción.
—Vengo desde muy lejos —empezaba escribir en su diario.  Quería expresar su sentimiento de lejanía en unas cuantas hojas.  Se sentía alejado de su  familia, cultura y su  pueblo que lo vio nacer.  La distancia física le hacía añorar. Andaba en busca de su identidad, se sentía vacío internamente.
Al hacer un recorrido de su pasado, se dió cuenta de lo que estaba ignorando: su identidad.  Intentó adaptarse a una cultura ajena, pero se sentía como un  pez fuera del agua. Pasaron días, meses, años y descubre la riqueza que hay en su cultura: su experiencia en el extranjero le hizo valorar.

El retorno de Tzu’luma es un re-encuentro con la cultura y con uno mismo.
Al terminar las últimas líneas de este cuento, me puse pensar de los años que he vivido fuera de mi pueblo.  Me siento confidente porque mantengo  mi  costumbre, cultura e idioma no importa donde me encuentre.

Fuente: blog.sanpedrosoloma.com